Corralito o control de movimiento de capitales. Atajar el pánico financiero

grecia y argentina

Bajo la sombra de la incertidumbre, así se vive en una economía con políticas de control de movimiento de capitales, más conocidas en Latinoamérica como corralito.
El termino corralito en Argentina hace referencia al espacio cercado donde un niño es colocado para que pueda jugar con seguridad y lo usó el periodista Antonio Laje para referirse al conjunto de políticas de control de movimiento de capitales implementadas en el país austral por el gobierno de Fernando de la Rúa en diciembre de 2001. las mismas, entre otras medidas, impedía a los ciudadanos hacer uso de su dinero en cualquier momento y en las cantidades deseadas, pues limitaba los retiros de las entidades financieras a $ 250 o pesos semanales (en Argentina para esa época había paridad exacta entre el dólar y el peso, convertibilidad se le llamaba) y también prohibía las transferencias al exterior, salvo algunas excepciones.
La medida es una de las últimas cartas que pueden jugarse en materia de política económica y sólo se justifica por una situación cercana a la debacle del sistema financiero pues violenta el derecho de propiedad más básico de todos: disponer de tu dinero en su totalidad en el momento que lo desees. Esto provoca dos consecuencias psicológicas en los agentes económicos cuyo agregado es pavoroso para el conjunto del sistema: La desconfianza en las instituciones (bancos, gobiernos, etc.) y las expectativas fatalistas con respecto al desenlace de la situación.
En Argentina la medida perseguía el objetivo de evitar la salida acelerada de dinero del sistema bancario, es decir una corrida. Para 1999 Carlos Saúl Menem dejaba el gobierno y con él un inmenso déficit fiscal (7.350 millones de pesos) y una abultada deuda pública que limitaba el margen de maniobra del presidente Fernando de la Rúa al comprometer los ingresos nacionales al servicio de las obligaciones financieras contraídas tanto en el exterior como con el sistema bancario argentino. La posibilidad del impago de los compromisos, la negativa del auxilio solicitado al Fondo Monetario Internacional y el recuerdo cercano de la última hiperinflación (1990, hacía apenas 10 años) motivó a los argentinos a resguardar su patrimonio comprando bienes, depositando su dinero en el exterior o teniéndolo bajo el colchón. De marzo a noviembre de 2001 se habían retirado US$ 18.000 millones de los bancos (el total de depósitos era de US$ 85.000 millones para la fecha), recordemos que no todos los depósitos que los ahorristas tienen en las entidades financieras están a “la vista”, es decir si todos vamos al banco por nuestro dinero, éste no podrá entregárnoslo, porque la mayor parte está invertido o en préstamos esperando ser cobrados. Entonces llegó el día 3 de diciembre de 2001, que quedará grabado en la memoria colectiva de los argentinos como el día que se instauró el corralito.
Además de socavar la confianza y ensombrecer las expectativas de los agentes económicos una medida de este tipo ralentiza la economía al dejar de inyectar dinero en efectivo al circuito económico, pues el dinero es como el lubricante que da movilidad al sistema al permitir las transacciones. Si la economía tiene índices bajos de bancarización, obligando al uso generalizado de monedas y billetes, que es el caso de Argentina para esa época, la situación se agrava al restringirse el efectivo en curso. Recordemos que lo que estaba limitado era sacar el dinero del banco, pero era posible usar el mismo a través del pago con tarjetas de crédito o de debito, ya que al hacerlo el dinero cambiaba de manos pero no salía del sistema bancario.
Lo saludable es que una medida de este tipo dure lo menos posible, ya que progresivamente deteriora y desvirtúa las relaciones económicas, pero esto dependerá de cuánto dure la recuperación de la confianza del público en el sistema bancario y en el gobierno (en el caso argentino duró un año, el mismo se levantó el 02 de diciembre de 2002) y para ello deben corregirse las causas que lo provocaron. Mientras más se prolongue la medida las consecuencias para el comercio, el turismo y la industria serán cada vez peores y el ciudadano de a pie verá disminuir las fuentes de empleo y de ingresos, profundizando la recesión y corriendo el riesgo de una conmoción social ante la desesperación de los ciudadanos al no saber que va a pasar con su dinero, lo que efectivamente aconteció y costó a Fernando de la Rúa salir de la Presidencia.

La tragedia griega
Recordamos el corralito argentino por la reciente (28 de junio de 2015) decisión de Grecia de aplicar una política de control de movimiento de capitales para evitar la salida masiva de depósitos bancarios ante la posibilidad del impago de su deuda y la negativa del Banco Central Europeo de rescatar el sistema bancario heleno mediante la inyección de liquidez.
Las medidas tomadas por el gobierno griego fueron básicamente:
El cierre por una semana de todas las entidades bancarias y la bolsa de valores (abrirían sus puertas nuevamente el martes 7 de julio de 2.015).
Limitar el monto de los retiros a 60 euros (€) diarios.
Prohibir, salvo excepciones de fuerza mayor, las transferencias a bancos en el extranjero.
No se podrán cobrar cheques en efectivo.
Se podrán realizar pagos con tarjetas o transferencias electrónicas en el interior del país.
Las medidas no aplican para los jubilados y para los turistas.
El agravante en este caso está en que Grecia forma parte de la Unión Europea y de su moneda común el Euro (€), y un control de este tipo va en contra de un punto de honor de los países miembros de esta comunidad que es la libre movilidad de capitales por lo que habrá que hacer malabares para conciliar esta situación si se desea mantener la unión con sus 19 miembros actuales. Si Grecia saliera de la Unión Europea y abandonara la moneda común es muy probable que tengan que reexpresarse los valores depositados en los bancos a una nueva unidad monetaria y se tendrá que decidir a qué tasa se cambiarán dichos valores, lo que implicaría de hecho una devaluación y una pérdida de riqueza para todos los ciudadanos griegos.
El desenlace se presenta insospechado, como los de las tragedias de los autores clásicos.


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