La dracma fue una moneda de plata acuñada por diferentes ciudades estado griegas. Debido a la particular forma de organizarse políticamente los antiguos helenos cada ciudad era independiente una de otra siendo muy celosos los ciudadanos de esa autonomía, la cual se hacía patente también en la emisión del signo monetario. Las dracmas, aunque con el mismo nombre, tenían diferencias de acuerdo a la ceca (lugar en el que se elabora o emite moneda) de donde saliera.
En estos menesteres también destacaron entre los griegos, como no, los atenienses. La dracma ática fue la de mayor difusión y fue el modelo usado como moneda oficial en el territorio conquistado por Alejandro Magno, por lo cual no sólo era usada en las ciudades estados originales sino también en los reinos helenísticos de Asia y África. Por un lado tenía grabada una imagen de la Diosa Atenea y por la otra su animal alegórico, el mochuelo de grandes ojos, símbolo de sabiduría.
Una dracma contenía seis óbolos. En la mitología griega cuando la sombra de la persona muerta alcanzaba el Hades, el inframundo, debía pagar al barquero Caronte un óbolo para atravesar el río Aqueronte, por lo cual los ritos funerarios incluían colocar al difunto una moneda de un óbolo debajo de la lengua o en los ojos, para que no tuviera que esperar los cien años necesarios para que Caronte lo transportara sin cobrar.
En el Nuevo Testamento Jesús hace uso de la dracma en la hermosa parábola de la moneda perdida, la misma se encuentra sólo en el Evangelio de Lucas, capítulo 15, versículos del 8 al 10:
¿O qué mujer que tiene diez dracmas si pierde una dracma, no enciende la lámpara, barre la casa y busca con diligencia hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, reúne a sus amigas y vecinas, y les dice: “Gozaos conmigo, porque he encontrado la dracma que había perdido”. Así os digo que hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente.
Jesús cuenta esta historia en respuesta a los fariseos y escribas que lo criticaban por reunirse con pecadores y gentiles (personas no judías), a quienes despreciaban los ortodoxos de la ley mosaica, mientras que en la doctrina cristiana serán ellos, los excluidos de entonces, parte fundamental de la prédica y éxito del cristianismo. La mujer no desprecia la pequeña moneda extraviada si no que la busca con diligencia y con alegría celebra al encontrarla, la moneda por supuesto simboliza a los que están ¨perdidos¨, a los que hay que ¨encontrar¨ a través de la verdad de Dios. El hecho que el evangelista haya usado la dracma en el relato da cuenta que era moneda no tan valiosa para la época.
El signo monetario de la Grecia moderna, tras haberse independizado del Imperio Otomano, recibió también el nombre de dracma por real decreto del 8 de febrero de 1833, siendo los primeros billetes de dracma emitidos en 1841 por parte del Banco Nacional de Grecia (luego llamado Banco de Grecia a partir de 1928). La nueva dracma griega tuvo vigencia como moneda de curso legal hasta el 1º de enero de 2002 cuando fue sustituido por el euro.